domingo, 29 de enero de 2012

Voces

Iría al paraíso, pero con mi infierno; solo, no.

Antonio Porchia

viernes, 27 de enero de 2012

Voces

Las distancias no hicieron nada, todo está aquí.

Antonio Porchia

miércoles, 25 de enero de 2012

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Me habitué a vivir en dos. Cambie los códigos de mi comunicación más íntima y los hice casi invisibles desde afuera. Destruí todos aquellos lugares comunes a los que acudimos para no sentirnos solos cuando estamos con los que no tenemos nada que compartir. Me fui aislando dulcemente en aquel espacio tibio de aroma suave que era el estar juntos, compartir la misma ventana hacia la vida, espiarte aquel cuadro de imágenes y músicas que pintabas viendo al vacío cuando te sentías sola. Ahora todo recuerdo, pasado o futuro, se cifra en una lengua que yo, solo, no completo, no es divertido hablar si nadie ríe como tú lo hacías. No sé…me pierdo de pronto, en medio de todos, volteo la mirada hacia un espacio vacío donde escapar y escucho un eco, la melodía de un instante que viví contigo. Ignoro otra forma de sentir que tenga que ver con los demás; balbuceo sin sentido si digo lo que siento, horroroso silencio de no tener nada que compartir a los demás, que son el mundo. Vivo en un recuerdo circular- una serie de recuerdos construidos contigo que lo contienen todo- donde de algún modo ya todo lo hablé, ya todo lo escuché. En ese recuerdo conjuré cada una de las partículas de los tiempos vividos y por vivir. Es vergonzoso estar aquí, sintiendo de una forma en la que nadie entiende, a la que nadie de los de aquí pertenece.

Penetran en mí agujas de una vida a la que según recuerdo, solía sentir. Hoy entra mucha luz por la ventana, observo a través de ella, una hoja amarilla que se viste de muerte, no lo sé pero tal vez una hoja que muere pierde el peso del pasado; el dulce oficio de rescatar hojas que morían, aliviarlas de todo ayer para así burlar al tiempo y no sin nostalgia poder conjurar en ellas lo que fuimos y sentimos en ese momento -guardaremos este día entre las horas para siempre- conjurarlo ahí donde ya nadie puede robar la vida, protegerlo del enemigo: nosotros y el olvido.

Me siguen acompañando hasta hoy, son más de veinte; las veo juntas y trato de precisar el lugar y la fecha de cada una, pero yo no soy así, no suelo recordar de esta manera. Para mí todas ellas son una misma sensación, la reiteración de un gesto hermoso que comunica lo que no se puede decir, la misma materia con la que una mirada dice adiós y un silencio dice: te extraño.

Edgar Robles