viernes, 6 de noviembre de 2009

Sin escenas, sin instantes cuadrados

Aunque hubo un tiempo en que estuve enferma del mal de Montano, ahora estoy sumida en una especie de desierto literario, de mal de la Gran Costumbre. Como, sueño y vivo en esta ciudad intraducible, vista en el sentido más recto y cabal de la existencia humana. Atrapada en este desierto literario, subo las dunas de lo real y transito entre la pobreza de lo imaginario. Ese cerro verde es un cerro verde, aquel mar interminable es el mar, simplemente el mar. No es posible desdoblarse, no hay imágenes ni palabras, no existe el mundo como lo conozco, como lo he visto alguna vez en las páginas de una novela de Calvino. Enjaulada en esta línea recta, enferma, casi fulminada de la Gran Costumbre, me arrastro entre estos hombres que ya han olvidado que están mutilados y que andan sin mundo, sin escenas, sin nada de que agarrarse.

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